Saulo, después llamado Pablo, era de descendencia judía, hebreo de la tribu de Benjamín. Pero en cuanto a su padre y madre, no se encuentra ningún registro en las Sagradas Escrituras.
En cuanto al lugar de su nacimiento, sus padres, ya sea por la persecución, o por la guerra romana o por alguna otra razón, dejaron su lugar de residencia entre la porción de Benjamín, y fueron a vivir en la ciudad romana libre de Cilicia, llamada Tarso. Allí nació Pablo quien a pesar de ser judío, por razón del privilegio de nacer en tal ciudad, llegó a ser un ciudadano romano.
En cuanto a su educación temprana, fue diligentemente instruido por el sabio Gamaliel en la ley de sus padres.
Vivió sin falta, según la ley de Moisés y de los santos profetas, y de la forma más estricta según la costumbre judía. Pero puesto que aún no había sido instruido correctamente en la doctrina del santo evangelio, manifestó un celo equivocado, y persiguió a la iglesia de Cristo. Sí, al punto que en la muerte de Esteban, guardó las ropas de los que le dieron muerte.
El apóstol Pablo, decapitado en Roma, 69 d.C.
Pero después, habiendo obtenido cartas de los sacerdotes de Jerusalén a las sinagogas de Damasco, en las que se pedía traer presos a hombres y mujeres que confesaban el nombre de Cristo, el Señor del cielo lo detuvo en su camino, diciendo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él respondió: ¿Quién eres, Señor?” Y le dijo: “Yo soy Jesús, a quién tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Y el Señor le dijo: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.” Los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, pero sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, lo llevaron por la mano a Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión:… Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora… Entonces Ananías respondió: Señor he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén… El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado” (Hechos 9:4-18).
Así fue la conversión de Saulo, a quien después se le llamó Pablo y llegó a ser uno de los principales apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Sí, llegó a trabajar más abundantemente que todos los demás.
De sus viajes misioneros, él da un repaso breve en su segunda epístola a la iglesia de Corinto, donde escribe así: “De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado, tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre hermanos falsos, en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez” 2 Corintios 11:24-27.
Según la primera epístola a los Corintios, lo arrojaron a las bestias salvajes en el teatro en Éfeso para que lo despedazaran, o al menos para que tuviera que luchar por su vida con las bestias, de lo cual Dios lo libró. En cuanto a esto, él mismo escribió: “Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿qué me aprovecha?” 1 Corintios 15:32.
En cuanto a su encarcelamiento en Roma, casi todos los antiguos escritores opinan que, aunque casi todos sus amigos lo habían abandonado cuando le tocó presentar su defensa, habiendo sido llevado ante el César, se defendió tan inteligentemente contra las acusaciones de los judíos, que se le puso en libertad por un tiempo. Pero cuán cierto sea, lo dejamos a su propio mérito, y al Dios omnisciente.
Pero lo siguiente es cierto. Mientras estaba preso en Roma, escribió a su hijo espiritual, Timoteo, diciéndole que ya estaba listo para ser ofrecido como libación y que la hora de su partida estaba ya a la mano. Dijo que lo confortaba el pensamiento de que había peleado la buena batalla, terminado su carrera, y guardado la fe, y que para él ya estaba preparada una corona de justicia, la cual el Señor, el juez justo, le daría en aquel día (2 Ti. 4:6-8).
Según los registros antiguos, él fue entonces decapitado a órdenes de Nerón, a las afueras de Roma, en el camino a Ostia, llamado Vía Ostiense, donde los romanos tenían el lugar de las ejecuciones, en el último año de Nerón, el 69 d. C.
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